Las cualidades del teatro de Sófocles justifican la veneración de que gozó el autor ateniense en su época. La destreza para condensar la acción y dotar al drama de un inquietante suspense, el dominio de un lenguaje claro, elegante y poético con el que dar forma a vivaces y tensos diálogos, y, sobre todo, la capacidad de crear personajes hondamente humanos, conviertieron a sófocles en el trágico por excelencia. Tales virtudes sobresalen en Edipo Rey y Antígona, sus dos obras maestras,. En la primera de ellas, el jove Edipo mata a su padre y se casa con su madre, ignorando el vínculo familiar que une a ambos. Pasado el tiempo, y ya convertido en un rey sabio y justo, Esipo investigar el asesinato del monarca anterior... sin saber que esa noble busqueda de la verdad acabará acarreando su propia destrucción. Si la ignorancia y la soberbia de Edipo contribuyen a su propia ruina, el orgullo y la obstinación de Antígona y de su tipo el Rey Creonte abocarán a los protagonistas de la siguiente obra a la muerte o la desolación. Enfrentados por el derecho a dar sepultura al cadáver del hermano de Antígona, ambos personajes esgrimen poderosas razones, bien sean de Estado o divinas, para defender sus divergentes posturas; sin embargo, a los virtuosos héroes clásicos no se les permiten lacras como la soberbia o la intolerancia que, al cabo, decidirán su trágico destino.