«Quien ascienda por el serpenteante camino de la Acrópolis de Atenas se sentirá embargado una y otra vez por el misterio de la edad clásica de Grecia. Pero si luego uno intenta penetrar en el detalle, la dicha puede trocarse de improviso en desconcierto. Cuántas cosas oscuras o difíciles de entender se precipitan sobre el que nació después: el muro sagrado de los pelasgos y el monumento del Erecteo, la virgen armada y la serpiente, centauros y monstruos de tres cuerpos… Enigmas sobre enigmas. Y, sin embargo, esos dos elementos, lo extraño y primitivo y lo clásico, posiblemente guardan entre sí una relación necesaria».
WALTER BURKERT
Estamos familiarizados—no en último lugar gracias a Johann Joachim Winckelmann—con los lados “luminosos” de la Grecia antigua: la democracia ática, forma precursora de nuestro orden social, el arte griego, la mitología griega y su reelaboración en la tragedia, que forma parte integrante de nuestra cultura teatral burguesa. Walter Burkert muestra que las creaciones de la cultura y del arte griegos se elevan sobre un abismo de violencia arcaica a duras penas refrenada, que más bien hace pensar en la “barbarie oriental” que en la “pureza ática”. Hacia esas tinieblas del mundo griego tiende un puente el mito, con sus tradiciones acerca de unas divinidades a menudo crueles, que sólo mediante el sacrificio cruento—en el peor de los casos, el sacrificio humano—se dejaban persuadir de apartar su cólera de la comunidad terrenal.