El reverso de la luz es un tango hacia atrás a través de las partículas lumínicas de las que estamos hechos. Habitamos sombras en esa claridad que nos teje también; la cara oculta, la cara B, el bosque incendiario y sus cenizas.
Del prólogo de Samantha Soria Chavarria
«Observo la luz que atraviesa el árbol / y se posa en la hierba», así empieza el poemario de Marina Bravo Clavero, con la luz como protagonista. Ya sea un baño de claridad que señala una zona concreta, un sentimiento, o la ausencia de. El miedo agazapado en la oscuridad, las sombras que se mueven y hacen florecer sentimientos olvidados (o no).
El reverso de la luz bucea en las imágenes en busca del asombro. Por eso este libro cuestiona toda realidad desde sus márgenes, desde lo que no es, desde el afuera de las palabras y su luz —que ilumina tanto como deslumbra. Marina se pregunta: ¿Qué es el hogar? ¿Acaso existe? ¿No es el cuerpo una casa donde habitar? Y hace que dichas preguntas reboten como un eco en nuestra cotidianidad.
Las personas que abran este libro se encontrarán entre las sombras o la luz, mirando de pleno al pasado o dibujando el futuro. Sea como sea, de frente, como en el reflejo de un río, donde no hay escapatoria al destello que nos susurra lo que somos o queremos llegar a ser.
