Hay silencios que pueden romperse... y otros que pueden romperte
En el último año, Carmen se ha acostumbrado al silencio. Al silencio de sus padres, que la observan y callan; al de sus amigos, que parecen haberse rendido con ella. Y al silencio en su propia mente, que por fin ha dejado de gritar.
Hasta que una noche se le aparece un fantasma que no soporta el silencio; que insiste, una y otra vez, en que Carmen lo mire. En que lo escuche.