Nadie ha renunciado a su nombre para que la realidad no pueda atraparlo. A quienes le preguntan les responde que está buscando los sueños que le
robaron a un anciano. Debería ser una empresa imposible: los sueños se desvanecen, se pierden; no se roban. Y jamás se recuperan. Sin embargo, con
los primeros pasos, el mundo comienza a convertirse en un lugar distinto.
Hay almas en pena al final de carreteras secundarias, hambre de monstruos en casas disueltas en la niebla, vías de tren que cruzan noches eternas, y la
posibilidad de convertirse en alguien nuevo late sobre el asfalto. Y, a lo lejos, oculta en algún lugar del horizonte, una criatura es capaz de robar los sueños,
de roer el alma de la humanidad para que sea siempre débil. El viaje será largo.