En 1912 el anarquista Manuel Pardiñas asesinó a plena luz del día en la Puerta del Sol al presidente del Gobierno, José Canalejas, disparándole tres veces con una browning. A continuación se suicidó descerrajándose un tiro en la cabeza. Así acababa con los sueños del viraje que el político liberal prometía llevar a cabo en España tras el desastre de 1898. Y sin embargo la versión oficial del magnicidio hace aguas por los cuatro costados. El asesino había recibido un golpe que lo desarma y tiene dos tiros en la cabeza; la pistola está desaparecida. La viuda de Canalejas decide entonces encargar al guardaespaldas del fallecido -un veterano teniente del Regimiento de Cuba que había salvado la vida del político en una visita de este a la colonia caribeña- que investigue la verdad.