Pedro Caballero, protagonista de El movimiento en la crisálida, nace en el barrio Calvo Sur, en Bogotá, hijo bastardo de un hombre enigmático y de presencia intermitente, que protege su vida oficial en una zona mejor de la capital colombiana. A pesar de formar junto con su madre y su hermana una familia clandestina, por deseo de su padre, es educado en un colegio para niños de linajes inmaculados, en donde se agudizan el sentimiento de soledad de Pedro y también su fascinación por la figura de Jesucristo que cuelga en la iglesia, que, en realidad, esconde su atracción incontrolable por el cuerpo masculino. Pedro pronto quiere rebelarse contra las coordenadas geográficas que limitan su vida. Para ello, se dedica a estudiar inglés de manera autodidacta y consigue, contra todo pronóstico, ser admitido en una universidad en Nueva York, ciudad a la que llega a finales de los años ochenta para proseguir su interés por la lepidopterología, y donde se enfrenta a las restricciones del lenguaje, al amor con fecha de caducidad y a un virus que muchos juran que es una plaga bíblica.