Marta se había criado entre telas, hilos y patrones, y se le daba muy bien percibir la belleza que puede realzar la alta costura. Esta niña tenía un deseo: vestir a las mujeres para que se vieran bellas, porque «todo el mundo —tot-hom— tiene derecho a ser hermoso». Esta novela de Marta Rota es un canto a la necesidad de belleza que alcanza a esa segunda piel sin la que no podríamos relacionarnos con los demás: los vestidos, ese polvo de hadas.