Los niños con dificultades de aprendizaje y trastornos del lenguaje y el habla no tienen mucho tiempo que perder. Las brechas en habilidades clave (el vocabulario, la conciencia fonológica, el conocimiento de las letras, la decodificación, etc.) se agrandan cada día que pasa y, de no abordarse de forma efectiva en los primeros años, los datos indican que persisten hasta la adolescencia. Ellos se merecen que los profesionales bebamos de las fuentes de conocimiento más fiables de las que ahora disponemos para ayudarlos. Aquí es donde la brecha entre la investigación y la práctica parece infranqueable, pero urge construir un puente entre ambas por el bien de los niños a los que todos, en última instancia, nos debemos. Este puente hay que levantarlo, sin embargo, lejos de la habitual supuesta superioridad intelectual y moral que muestran algunos investigadores cuando se dirigen a profesionales que trabajan en la inmediatez de la práctica. Por tanto, el puente no debe ser de un único sentido. La teoría y la práctica beben una de la otra y se hermanan en el estudio de un mismo problema desde diversas aristas. Los